lunes, 25 de junio de 2012

«Los ojos de mi sobrino destilan odio. Lo han convertido en un monstruo»

Estafan y destrozan familias, se camuflan entre otros centros de terapias alternativas o, incluso, entre otros centros de salud, pero lo que ocurre en el interior de estos establecimientos ha convertido la vida de muchas personas en un auténtica pesadilla.
«Por un lado están las sectas que conocemos todos, pero éstos son grupos o centros que actúan con un proceder manipulativo que provocan el mismo dolor», dice Juantxo Domínguez, presidente de la Asociación de Prevención Sectaria REDUNE. «Hay un centro Donostia que tiene 19 denuncias interpuestas y el caso ha quedado archivado sin dar opción a los denunciantes a declarar ante el juez. No podemos dar nombres, pero publicamos blogs explicando los casos de todas esas familias», explica.
Entre esas 19 denuncias hay varios datos coincidentes: la manipulación psicológica, la falta de una titulación adecuada, el tratamiento a bebés e incluso la utilización de infusiones, mezcladas presuntamente «con varios orfidales» que provoca a los adeptos un adormecimiento total.
«Mi mujer acudía una media de 10 horas diarias, llegaba a casa y al sentarse en la mesa para cenar, no era capaz de llevarse el tenedor a la boca, verborreaba y era incapaz de ponerse en pie», asegura Enrique (nombre falso) que lleva años padeciendo las consecuencias de lo que supone tener a un familiar cercano atrapado en el desconocido mundo de la manipulación psicológica.
José Luis (nombre falso) también da por perdido a su sobrino. «A partir de los dos meses de 'terapia' la dueña del centro hace creer a los adeptos que sus padres o familiares cercanos les maltratan psicológicamente, de manera que corta totalmente la relación con ellos», dice. «Los ojos de mi sobrino destilan odio, hace tiempo que no quiere saber nada de nosotros, lo han convertido en un monstruos deshumanizado y sin sentimiento. Es fuerte decirlo, pero es así. Hemos intentado ayudarle y sacarle de allí, pero por desgracia es ya irrecuperable», lamenta José Luis.
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